Más allá de conflictos étnicos: El genocidio de Ruanda

Respecto a la especie humana y sus aspiraciones, me considero pesimista. Creo en el progreso y en sus resultados pero no en la esperanza de que este sea una constante en el tiempo pues, si algo nos ha enseñado la historia, es que todo tiene una contrapartida. Todo aquello que se ha ganado, se puede perder. Más aún en los avances sociales, donde el humano más peso tiene. Y como no podemos olvidarnos de que la historia es un eterno retorno y de que dependemos por completo de lo que la Tierra nos brinda, a veces la voluntad humana toma derroteros hacia lo más oscuro del alma. Hoy, nos toca observar uno de los mayores genocidios del siglo XX, no desde la óptica de meros enfrentamientos tribales -a lo que siempre se ha querido reducir-, sino desde una óptica sumamente material. Pues, insisto, el entorno nos condiciona hasta límites insospechados.

Parte I: Acontecimientos políticos y contexto histórico


Las explicaciones al genocidio de Ruanda se acercan más al empleo de ciertos tipos de cultivos, a las explosiones demográficas y a las mejoras en las condiciones de vida que a odios primitivos. A fin de cuentas, en esta inmensa bola de roca que flota por el vacío, los seres humanos no somos tan diferentes. Y la tercera matanza más grande desde 1950 (Camboya,1970 y Bangladesh,1971 la superan con matices) no es una excepción. Primeramente hay que distinguir a los dos actores principales de la película:

  • Hutus. 85% de la población. Tradicionalmente agricultores. Físicamente más bajos, más oscuros y fornidos. Narices chatas, labios gruesos y mandíbulas cuadradas.
  • Tutsis. 15% de la población. Más centrados en el pastoreo. De aspecto más claro, más altos, con mentón afilado y labios más finos.
A la zona, actual Ruanda y Burundi, llegaron primero los hutus y tras ellos los tutsis, que consiguieron tomar la posición de caciques sobre los hutus. Como gran parte de África, estos pueblos cayeron bajo el interés imperialista de la Europa del siglo XIX, primero con los alemanes en 1897 y más tarde bajo los belgas en 1916. Estos últimos impusieron un carnet de identidad en el que se especificaba la etnia del individuo, lo cual facilitaría el genocidio en un futuro. Los europeos, entre varios motivos, se aliaron en primera instancia con los tutsis por su semejanza física, los veían más 'europeos'. Tras casi un siglo, en 1962, el logro de la independencia por parte de Burundi y Ruanda, provocó una explosión de focos de violencia de hutus sobre tutsis. Tras unos años de violencia descontrolada, con un gran número de muertos y exiliados, en 1973 el General Habyarimana de etnia hutu da un golpe de estado y declara la paz para con los tutsis. Los años consecutivos no fueron económicamente buenos: Situaciones de sequía agravados por una desertización consecuencia de una política forestal nula que dieron pie en 1989 a una balanza comercial negativa, a un endeudamiento espartano con el Banco Mundial y a una sequía sin precedentes en el sur del país. La respuesta política en aras de mantener el poder para combatir la inestabilidad social fue clara: Aplicar la violencia contra los disidentes, de la etnia que fueren. Esta parte de la historia es especialmente llamativa por como el poder del mercado se aprovechó de la situación cercana a la guerra civil, puesto que empresarios cercanos al general comenzaron a repartir machetes entre los hutus para aniquilar a los tutsis. ¿El motivo? Un machete es más barato que las armas de fuego. La eficiencia del genocidio vendría dada por la superioridad numérica y no tecnológica. De aquellos primeros intentos de genocidio se poseen pocos o falsos registros estadísticos. ¿Centenares o millares?, ¿muertos o desaparecidos? Incluso, ¿tutsis o hutus?

El extremismo hutu fue en aumento con los años, al igual que aumentaba la escalada de violencia hasta el punto en el que los tutsis asesinaron al presidente hutu en Burundi. El punto de retorno ya se había dejado atrás.
6 de abril de 1994: El avión en el que vuelan el General y el nuevo presidente de Burundi es derribado en el aeropuerto de Kigali. No sé sabe a ciencia cierta quién fue, pero se posiciona entre las opciones favoritas un atentado de falsa bandera promovido por los hutus más radicales. De esta forma, tendrían una excusa para tomar vía libre en su plan genocida; como finalmente ocurrió tomando el control de los medios de comunicación -el cuarto poder, que cantaba Chicho Sánchez Ferlosio- y el gobierno directamente. 
Los genocidios, en contra de lo que pueda parecer, no son tormentas caóticas de violencia, expresiones individuales de locura o el libre albedrío de los más bajos instintos humanos. Todo lo contrario. Un genocidio es una de las mayores obras de ingeniería social que existen: orden militar, optimización de recursos, medición de detalles al extremo, ahorro en esfuerzos. Las primeras medidas que este nuevo gobierno impulsó se basaron en el control de carreteras -para 'matar cucarachas' que decían-, en distribuir armas a la población, en acallar a los hutus moderados y en montar campos de concentración. La barbarie estaba en marcha. Amputar brazos o piernas, cercenar pechos, arrojar niños a pozos o violaciones en masa como armas de guerra.
Y los de fuera, te preguntarás, ¿qué hacían? La iglesia católica ruandesa favoreció el genocidio entregando gente escondida en sus iglesias bajo la falsa promesa de seguridad, la ONU se marchó de la zona, Francia llevó a cabo 'misiones de paz' para apoyar a los hutus y EEUU alegó 'violencia tribal' para ver África arder.

Sólo 6 semanas hicieron falta para aniquilar 800,000 tutsis -las tres cuartas partes-, el equivalente al 11% de la población de Ruanda. El FPR -Frente Patriótico de Ruanda-, un ejército rebelde compuesto de tutsis, frenó el genocidio por completo el 18 de julio de 1994 y trató de unificar a los ruandeses por encima de la etnia.

Parte II: Contexto material y ambiental. Condicionantes demográficos y económicos

Ya hemos visto que el odio étnico está lejos de ser un factor explicativo y todo se acerca más a una decisión deliberada, por parte de una élite moderna, para mantener a los hutus unidos contra un enemigo común. Es poco sabido que coexiste con hutus y tutsis una tercera etnia, que apenas alcanza el 1% de la población, denominada twa o pigmeos, posicionada en lo más bajo de la sociedad y que fue exterminada casi al completo en aquellas 6 semanas. ¿Por qué la explicación meramente étnica carece de sentido? Antes de la época de propaganda y populismo violento, hutus y tusis convivían con normalidad, mezclándose o incluso cambiando de identidad étnica. El maremágnum étnico era tal que medir la pureza de un individuo era imposible y absurdo. En algunas zonas el genocidio sirvió como pretexto para que unos hutus matasen a otros hutus por rencillas no zanjadas.Pero entrando más en materia, vamos a analizar las verdaderas causas materiales de todo esto.

Desde el siglo XIX Ruanda cuenta con una gran densidad de población debido mayormente a estar situada en un terreno de moderada pluviosidad y suficiente altitud como para evitar la malaria y la mosca tsé tsé. Esto se traduce en un crecimiento demográfico medio de, aproximadamente, un 3% anual, especialmente debido a las mejoras en las condiciones de vida: Mejor higiene, medicinas preventivas y control enfermedades endémicas. Las personas tenemos la mala costumbre de querer alimentarnos y en Ruanda la agricultura es poco productiva y está muy poco y muy mal mecanizada, lo que supone una intensidad de mano de obra y de tierra mayor que en otras zonas más desarrolladas; lo que se traduce en la eliminación de bosques y la desecación de marismas para obtener más tierras de cultivo. Además se adoptaron cultivos autóctonos del Nuevo Mundo tales como maíz, judías o batata. Durante los convulsos años 80 ruandeses, no se aplicó política alguna  para paliar la erosión derivada del exceso de cultivos y todas las deforestaciones -sumadas a una pluviosidad irregular- acontecidas hasta el momento acabaron dando lugar a duras hambrunas a finales de la década.
Cabe destacar una zona en concreto: Kamana. Situada al sur y donde la densidad de población era mayor que en Bangladesh. La tierra se dividía en explotaciones pequeñas que pasaron de 0'36 hectáreas por persona en 1988 a 0'29 en 1993; y a su vez estas tierras se dividían en diez. Esta presión sobre el capital dejó por completo fuera de juego a los jóvenes que veían como su futuro se desvanecía. Las tensiones familiares fueron en aumento, pues a más miembros por familia -aumentaba la demografía- tocaba menos tierra por persona. Cada explotación solamente satisfacía el 77% de las calorías necesarias, lo que da a entender que la necesidad interconexa de individuos era enorme y las necesidades de poseer tierras llevaron al extremo a numerosas personas y familias.
La desigualdad entre 1988 y 1993 aumentó hasta el punto de polarizar la sociedad enormemente, y sumado a esto el hecho de que era ilegal la venta de tierras -aunque de facto se hacía-. Los pobres comenzaron a vender tierras por diversos motivos: Comida, salud, sobornos, funerales, bodas o alcohol. Los ricos, por otra parte, aumentaban su productividad a costa de los más desfavorecidos.

 La polarización, junto a esta política de tierras, acusó el problema de los conflictos graves que requerían de mediadores o tribunales. Los economistas J.P. Platteau y C. André estudiaron algunos casos concluyendo que de 226 conflictos descritos por mediadores o propietarios, el 43% de los conflictos encontraba su raíz en disputas sobre la tierra y que aquellos conflictos que a primera vista parecían de índole familiar, en general estaban relacionados con la tierra. También existieron conflictos derivados de los robos de la gente muy pobre -'ladrones hambrientos' es como se les llamaba- que actuaban de tal forma por absoluta necesidad. Estos cubrían el 7% del computo general y el 10% del familiar. Con esto se aprecia que más del 50% de los conflictos graves acontecidos estaban relacionados con las tierras. A fin de cuentas, el aumento de la violencia y de los delitos va en función de la densidad de población y de capital per cápita, e incluso ya se ha visto que la desigualdad es el mejor factor para explicar las tasas de homicidios.
Es curioso, y como se vio en la entrada anterior, como al tomar contacto la economía comercial con la economía humana, el sistema tradicional de ayudas de la sociedad ruandesa se desmoronó por completo por pura incapacidad de aguante. La pérdida de protección social fue enorme, hasta el punto en el que los hermanos desconfiaban entre sí y con el padre por el reparto de las tierras, y el número de demandas judiciales entre padres, hijos y hermanos por motivos de propiedad se disparó.

El genocidio, como comentaron André y Platteau, pareció una trampa malthusiana aprovechada para saldar deudas y repartir la propiedad y la riqueza. La gran mayoría de las víctimas fueron desnutridos y pobres, muertos de hambre. ¿Lo peor de todo? Muchos de los que participaron en el genocidio son conscientes de que es algo que puede volver a ocurrir o que incluso es normal que ocurra cada cierto tiempo.

Os dejo, como coda, con una pieza musical de mi banda favorita para amenizar la lectura y reflexionar sobre esta, nuestra querida especie. En la próxima entrega: Los genocidios de los aborígenes de Tasmania a mano de los británicos y el casi genocidio de los moriori a manos de los maori.

Angels on the sideline,

Puzzled and amused.

Why did Father give these humans free will?
Now they're all confused.


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Comentarios

  1. Un genocidio en toda regla con la permisividad y pasividad del "mundo civilizado". Aún recuerdo las crónicas e imágenes dantescas de los telediarios. Las tierras, los territorios siempre han sido motivos de disputas y guerras a lo largo de la historia. Si a esto le añadimos un componente de odio racial ya tenemos un ejemplo más, a lo largo de nuestra historia, de lo que por desgracia somos capaces de hacer con nuestros iguales.

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