Cuando fuimos dioses. Sobre la necesidad de dioses moralistas en sociedades complejas

Cierto es que llevo un tiempo sin publicar, algo más de un año. Y también es cierto que esta pandemia global que vivimos me ha agarrado del cogote y me ha sentado de nuevo a plasmar ideas y tesis varias. En estos días uno puede apreciar, simplemente asomándose por la ventana, cómo de emocionales somos los humanos: miedo, alegría, furia, amor y un abanico complejo de emociones que todos, en mayor o menor medida, albergamos en nuestro ser. Este escenario no ha hecho sino invitarme a cuestionar el origen de uno de los pilares de la sociedad cuando ésta parece desmoronarse. Me refiero a la religión y en concreto a las religiones de carácter moral. ¿Cómo es posible que pertenezcan al mismo club de creyentes una persona que busca repartir amor y caridad por donde vaya y otra que busca construir muros y barreras al diferente? ¿Influye en algo el entorno ambiental o la complejidad social en creer en un dios moral? ¿Se entiende por moral lo mismo en un pequeño pueblo navarro como Leitza que en Sentinel del Norte? Acompañadme en este viaje a las profundidades de lo Humano y de su no tan sobrehumana explicación.

En la cuna de la moral divinizada


Antes de meternos en la trinchera de la cuestión principal, pongamos una serie de antecedentes y viajemos a ese momento de nuestra historia donde quisimos dejar el nomadismo y acogernos a un estilo de vida sedentario. En concreto imaginémonos en Nevali Çori, un asentamiento neolítico precerámico hallado en Sanliurfa (Turquía) y excavado en 1992. El neolítico precerámico, para aquellos no tan acostumbrados a las fechas prehistóricas, transcurrió entre el 9500 a. C. y el 8300 a. C., para que toméis conciencia de lo que esto supone para redimensionar el concepto del ser humano. En este yacimiento se han encontrado algunos de los templos y esculturas monumentales más antiguas de las que se tiene constancia, siendo datados por algunos expertos en el milenio IX o incluso X antes de Cristo. En una de las colinas que rodea Nevali Çori se llegó a tallar un complejo dedicado al culto exclusivamente e incluso algunos arqueólogos señalan que, en esa época de cazadores-recolectores, Nevali Çori podría resultar ser un lugar de peregrinaje proto religioso. Además, en este paraje turco se han sacado a la luz numerosas estatuas y pequeñas esculturas que representaban pájaros, relieves de manos - algunos a tamaño real-, figurillas de arcilla cocida entre los 500 º y los 600 º, dando muestras de un manejo de las técnicas de cocción previas a una alfarería más desarrollada, y representaciones de cabezas humanas con serpientes sobre éstas. Es importante destacar, como se hará también más adelante, el hecho de que los enterramientos tenían lugar en las viviendas habituales, nada de llevar a los cadáveres al extrarradio del asentamiento o especificar un lugar concreto para los fallecidos. Con estos detalles se aprecia una cercanía entre lo entendido por creencias metafísicas, una suerte de animismo a fin de cuentas, y el entorno más cercano: animales, relieves anatómicos, representaciones humanas. Etc.; sin olvidar que la muerte no pretendía ser alejada de la comunidad sino que se convivía con ella día a día.


Pequeña escultura de un rostro hallada en Nevali Çori


Cabeza tallada con una serpiente sobre ella encontrada en Nevali Çori


Otro yacimiento turco, más conocido que Nevali Çori, es el de Göbekli Tepe excavado en 1994 y situado cerca de Sanliurfa y puede ofrecernos muchos datos y pistas acerca del tema que estamos tratando. Este lugar es mágico y asombroso para aquellos que disfrutamos imaginando los pasos que como especie hemos dado hasta llegar a ser lo que somos, tanto para lo bueno como para lo malo. En Göbleki Tepe se encuentra el lugar de culto más antiguo levantado por el ser humano, datando éste del X milenio a. C., lo que lo sitúa en esas etapas previas a la sedenterización y hacen de Göbleki Tepe un candidato consistente como lugar de peregrinación espiritual, al más puro estilo del Camino de Santiago para los coetáneos. Sólo de imaginar esos grupos de cazadores-recolectores trabajando para erigir santuarios y templos a los que acudir, uno no puede más que volverse humilde frente al rostro de la Historia.
Al igual que en Nevali Çori los muertos formaban parte de la normalidad del núcleo social de las viviendas, se ha descubierto que los - más o menos - 700 fragmentos óseos que se han encontrado en Göbleki Tepe eran parte del relleno de los muros del asentamiento. Si se me permite la licencia, es poético e incluso bello, ver la muerte como un elemento constructivo durante el fluir de la vida. Los rituales funerarios eran peculiares puesto que se han hallado evidencias de trabajos post mortem en algunos cráneos. Tres para ser exactos. Estos tres cráneos adultos presentaban tallas profundas, hechas con herramientas de piedra que travesaban el cráneo de atrás en adelante, e incluso con algún agujero realizado con precisión milimétrica. La finalidad, se hipopetiza, era para atar con una cuerda la mandíbula al cráneo evitando su desprendimiento, así como emplear esa cuerda para colgar la calavera de una viga o poste. Estas calaveras eran para señalar esos muertos en concreto, desconociendo a día de hoy el motivo. Milenios después, en el neolítico temprano, este tipo de culto a los cráneos se normalizaría. De hecho, se han desenterrado cráneos modificados datados del 11000 a. C. en Göbleki Tepe.
No hay que tomar a esta sociedad como primitiva, ni mucho menos. Las columnas que sujetaban los muros del asentamiento pesaban entre 40 y 60 toneladas, implicando esto la necesidad de una tecnología mínimamente desarrollada y un trabajo cooperativo común, sin olvidar que este emplazamiento no era de estilo residencial sino religioso y encima de peregrinaje. En dichas columnas se pueden apreciar representaciones de toros, serpientes, zorros o leones. No sólo se han apreciado figuras animales sino que también existen figuras antropomórficas como en Nevali Çori con una postura cuyo significado más adelante detallaré y que es sumamente conocida: La de las manos unidas sobre el ombligo. Aún no se han descifrado los pictogramas ni los relieves, complicando estas tareas el hecho de que los habitantes de Göbleki Tepe construían sobre lo ya existente sin derribar previamente, dándose que hay muros construidos sobre muros.


Relieves de animales en las columnas de Göbleki Tepe


Figura antropomórfica con las manos en el ombligo

Para hacer de esto algo más apasionante, una expedición de la Universidad de Edimburgo encontró en una piedra esculpidos unos símbolos que avalan el impacto de un meteorito hace unos 11000 años. Este meteorito causó miles de víctimas, eliminó animales grandes y provocó una pequeña edad de hielo de más de mil años. En esta piedra, conocida como 'La piedra del buitre', se emplean pájaros como símbolos astronómicos así como un hombre decapitado como símbolo de la catástrofe humana. Algunas teorías y expertos incluso van más lejos y le dan a este suceso la condecoración de ser un punto de inflexión para la especie humana. Según éstos, este momento supuso el comienzo de la búsqueda de una forma de vida más estable, la huida de la dependencia del entorno y, sobre todo, el nacimiento de un miedo a lo incontrolable, a la incertidumbre. Sin olvidar las columnas de Göbleki Tepe, en éstas se han hallado símbolos que indican los cambios acontecidos en el eje de la rotación terrestre. Göbleki Tepe no sólo era un lugar de culto sino un emplazamiento de observación astronómica. Véase aquí esa relación entre espiritualidad, naturaleza animal y el Cosmos. Una visión espiritual tan cercana al entorno, tan animista, que no preveía en qué iba a derivar todo.
Con todo esto, Göbleki Tepe fue enterrada deliberadamente en el 8000 a. C. sin saberse aún el motivo.


En el abismo de la complejidad social. La moral compartida como necesidad

Cuando uno bucea en lo que los geólogos llaman el tiempo profundo, poco cuesta viajar mentalmente dos mil años y aterrizar en el milenio VIII a. C. durante un par de miles de años más. Exactamente estamos ahora en Çatalhöyük, el conjunto urbano más grande conservado de la época neolítica en Oriente Medio, bañado por un río que favoreció la aparición de la agricultura y el desarrollo por tanto una estructura económica más compleja. Uno de los elementos más llamativos de este yacimiento, iniciado primeramente en 1961 pero parado en 1965 y reiniciado en 1993, es la orientación por parte de la investigación a interpretar desde la psicología todo el simbolismo artístico de las pinturas de los murales.
La población de Çatalhöyük era de unas diez mil personas, lo cual es importante para los puntos venideros que relacionan la complejidad social con la aparición de dioses moralistas. Todas estas personas residían en un complejo arquitectónico similar a una panel de miel. Casas adosadas de adobe cuya única entrada estaba en el techo, que a su vez era la única ventana y sistema de ventilación. No había siquiera calles. Es como si en esos primeros estadios de vida sedentaria, el ser humano quisiera llevarse las cuevas de las que acaba de salir consigo mismo. Eran casas de formas suaves, sin aristas ni ángulos rectos y con una superficie de veinte o veinticinco metros cuadrados. Hasta la fecha no existen evidencias de la construcción de edificios públicos, sólo residenciales y con una organización llamativa: Clústers de cuatro o cinco casas autónomas, que no independientes, del resto. En este asentamiento humano no existen signos de lucha o de violencia estructurada, como sí se han visto en otros grupos neolíticos en el pirineo oscense, concretamente en la cueva de Els Trocs.


Simulación en 3D de Çatalhöyük

A pesar del tiempo pasado entre los casos previamente expuestos y Çatalhöyük, el rito funerario y el concepto de la muerte apenas habían cambiado. En Çatalhöyük enterraban los muertos en hoyos debajo de los suelos de las viviendas, al igual que en Nevali Çori y haciendo de la muerte algo familiar como en Göbleki Tepe. Y ojo, porque aquí viene algo importante: Los huesos hallados en una misma estancia no tenían parentesco biológico a pesar de estar enterrados juntos; incluso padres e hijos se han encontrado enterrados por separado. Hasta treinta esqueletos por casa. Esta manera de llevar a cabo los enterramientos muestran un tejido social abierto y complejo donde se habían superado las relaciones por parentesco que se daban en grupos de cazadores-recolectores. La relación por parentesco ya no era el principio que definía las relaciones humanas. Ahora, la casa era el concepto, como un linaje o casa aristocrática sin beneficio social puesto que era una sociedad igualitaria. La gente buscaba ser parte de una casa, compuesta por varios hogares, por meros derechos a la hora de acceder a determinados cotos de caza, fuentes de agua y tierras. Era ya un urbanismo centrado en la agricultura que alteraba la percepción de las relaciones familiares. Son en este momento las actividades económicas el reclamo para nuevos miembros y el destino de las casas, pues el parentesco ya no era suficiente para mantener unida una sociedad.
Volviendo a los ritos funerarios, cabe destacar las evidencias de cuerpos expuestos al aire libre tras haber fallecido y el uso ritual de cráneos emplastados y pintados de ocre para representar caras humanas. Una vez más, esa admiración por el cráneo como rostro inmortal del alma, como representación de la efímera eternidad a la que estamos predestinados. Este uso ritual puede ofrecer sospechas sobre un intercambio cultural con los grupos asentados en Jericó y Siria, donde se realizaban estas mismas prácticas. Çatalhöyük alberga en su ser edificios dedicados a sepulcros y santuarios con frescos que imprimen imágenes de caza, danzas, rituales, uros, ciervos, hombres con el pene erecto -símbolo de fertilidad- y, como curiosidad, imágenes de buitres sobre cuerpos decapitados. Esto, junto a lo relatado de los cuerpos expuestos al aire libre y como idea personal no corroborada, se asemeja al entierro celestial que se practica en el Tíbet. También se han hallado modelos en relieve de mujeres en posición de dar a luz -más figuras de fertilidad- y una figura de la Diosa Madre con grandes senos - otro signo de fertilidad-  dominando a los animales datada en el milenio VI a. C. y cuyo objetivo era favorecer cosechas o la fertilidad en general. Esta figura seguramente os recuerde a la Venus de Willendorf datada entre el 22000 a. C. y el 20000 a. C. en pleno paleolítico. Lo más parecido a este tipo de adoraciones en las religiones modernas seguramente sea el culto católico a la Virgen María, aunque ésta no tenga rango de deidad, y que pone de manifiesto ese equilibrio creador entre el hombre y la mujer que se ha mantenido en el catolicismo, señalado por algunos como el 'cristianismo más pagano': La Virgen como Madre creadora de un Dios, o múltiples santos orientados a diferentes sucesos naturales o labores como la pesca, el estudio o a la veterinaria como remanente de un politeísmo.


Diosa Madre dominando a los animales. ¿Diosa moral? Lo desconocemos.

Todas las evidencias apuntan a una religión compleja, rica en simbología y donde la reunión social en determinados lugares, como capillas, con fines religiosos existía realmente. Esto último es importante para lo que desarrollaremos adelante. Estos rituales compartidos ayudaban a mantener la cohesión entre un gran número de individuos unidos más allá del parentesco; hacían ver que se compartía un vínculo, un deseo, una creencia.
Debido a que el número de estatuillas femeninas encontradas es mucho mayor que el de figuras masculinas, algunas voces han querido atribuir una suerte de carácter matriarcal a la sociedad de Çatalhöyük pero ninguna evidencia sostiene tal afirmación. De hecho, era una sociedad igualitaria y sin diferencias debidas al género o a cualquier otro motivo. La inmensa mayoría de estatuillas - 95%- representan animales, para cerrar el tema.
¿Cómo serían esos ritos religiosos sociales? ¿Habría algún chamán o visionario que le dijese a la gente cómo comportarse a lo largo de la semana? ¿Verían todos a la Diosa Madre transubstanciada en el fruto de la tierra para saberse idénticos con el prójimo en moral?¿Qué les hacía portarse bien con los desconocidos o en la intimidad?

Y el ser humano dijo: 'Hágase la ley'; y el Gran Hermano se hizo

Con estos tres casos que se han expuesto, haciendo hincapié en sus creencias animistas, si se permite el término quizás errado, se ha visto cómo al principio la muerte era algo sumamente terrenal y los animales eran dignos de ser plasmados como símbolos religiosos; y después cómo esta dinámica se mantiene pero van apareciendo conceptos antropomorfos como deidad en una sociedad con tejidos sociales más complejos. ¿Es esto casualidad? ¿La aparición de deidades más humanas está relacionado con que todo se vuelva más complicado de gobernar y comprender? Aviso a quien me lea que en esta parte, siempre apoyado en estudios de universidades de renombre, me daré el lujo nada académico de plantear dudas que tengo y seguramente especularé, siempre avisando, con la explicación o motivo de un hecho en concreto.

La cuestión principal en este momento del artículo es similar a la del huevo y la gallina, pues ¿qué fue antes, la complejidad social o el dios moralizante? Primero, se ha de entender como complejidad social suficiente a toda aquella sociedad cuya población exceda el millón de habitantes. Y segundo, hay que diferenciar, para seguir la línea de los expertos que han estudiado este tema, entre dos formas de entender la religión: Un Dios Todopoderoso y una serie de dioses que eran capaces de realizar castigos sobrenaturales. De cualquier manera, en ambas visiones existe un agente sobrenatural que posee la verdad última sobre la moral del grupo y esta visión afecta al tema que nos atañe. Se ha estudiado que en las sociedades de Austronesia - región que abarca todas las patrias y Estados desde Madagascar a la Isla de Pascua - existe una diferencia en dicha percepción, puesto que por ejemplo, los hawaianos nativos eran politeístas y los merina de Madagascar eran monoteístas, complicando esto la extracción de una deducción de carácter general. De todas formas sí se ha comprobado que en esta región, aquellas sociedades cuya religión se basaba en dioses punitivos del Más Allá, acabaron necesitando un corpus social más complejo que canalizase esa fiscalidad de la moral, de la ley sobrehumana. Sentando así en estas sociedades una relación estrecha entre el poder terrenal y el divino. ¿Sirve esto para concluir que uno o varios dioses moralizante preceden a la complejidad social? No, como veremos ahora en otros casos más cercanos. En la cuenca del Tigris y del Eúfrates, lugar tan emblemático para la civilización occidental por sus implicaciones, la historia ocurrió al revés. Todo apunta a que la complejidad social precedió a la aparición de un Dios legislador, como puede verse en las tres religiones abrahámicas principales. En estos casos de creencias en un Dios todopoderoso, se da una coevolución entre la complejidad social y la fe en una divinidad de carácter moral y, aunque es complicado saber qué fue antes, los datos apuntan a que la complejidad social se inicia antes que un Dios de esas características.

El biólogo evolutivo de la Universidad de Reading (Reino Unido), Mark Pagel, estudió la correlación entre el aumento de la complejidad social y el desarrollo del comercio, incidiendo en el papel del desarrollo del lenguaje en la evolución de los Dioses todopoderosos hasta llegar a ser un Dios moralizante y común. Aquí es importante destacar el papel del comercio como vehículo cultural, como herramienta para acercarse a otros grupos y expandir un poder e influencia. El comercio, sobre todo con extraños, requiere de unas normas en común y de hablar un mismo idioma - no me refiero al lenguaje estrictamente- y aquí se puede intuir la funcionalidad de un Dios moralizante y común a todos. El desarrollo del comercio necesita obligadamente del desarrollo de la capacidad de obtener recursos y materias primas y esto, implícitamente, conlleva a necesitar de más poder e influencia sobre el terreno. Una religión moralizante, llegados a este punto, sí ayuda a estabilizar una sociedad en auge y en la que el comercio -también desarrollado dada una cierta complejidad social- juega un papel fundamental en el crecimiento del grupo. Compartir una legislación común, un mismo patrón, un mismo concepto del bien y del mal, favorece entablar acuerdos cuando el tamaño del grupo ayuda a tener una anonimato que debe ser lijado por una estructura moral común. Ya como idea propia me planteo si la centralización del poder divino favoreció la aparición de sociedades de carácter estatista. No es casualidad que con el aumento de la complejidad social también se alterase la periodicidad de celebraciones religiosas de carácter grupal. Aquellos eventos que anteriormente se hacían con cada cambio de estación o cada año, seguramente ligados a eventos naturales y/o astronómicos, ahora pasaban a ser eventos diarios o semanales. Más interacción, más reconocimiento entre iguales e, indirectamente o no, mayor control de unos sobre otros.
No hay que confundir a las religiones abrahámicas con las fundadoras del Dios moralizante, pues sería cometer un error de bulto. Ya en el año 2800 a. C. comenzó en Egipto el culto a la diosa Maat, hija de Ra, que representaba a la Verdad, la Justicia y la armonía cósmica, representante a su vez de la Virtud. Esta adoración se dio después de la unificación de los pueblos del Nilo, o sea que aquí el aumento de complejidad social precedió a la adoración de dioses de orden y moral. Otro ejemplo es el del dios acadio Shamash, dios del Sol que todo lo ve y  también garante de la Justicia, que apareció quinientos años después de las primeras civilizaciones mesopotámicas. Más que morales, estos dioses eran doctrinales.


Se aprecia ese pico donde la ley de origen humano es insuficiente y se diviniza la potestad sobre la moral


Tanto en el sudestes asiático como en Mesoamérica, el castigo divino provenía de faltar a uno de los dioses y no de dañar o faltar al prójimo. No deja de ser llamativo cómo las religiones moralizantes ,como el cristianismo, se relaciona de forma tan estrecha el faltar al prójimo con faltar a Dios. Véase para ello la tabla de los Diez Mandamientos donde seis de ellos aluden a la relación para con el prójimo: el cuarto, el quinto, el sexto, el séptimo, el octavo y el décimo. Y si tenemos en cuenta los que aluden a la persona misma como individuo, sin relación con los otros, habría que añadir el noveno. Esto pone de manifiesto una legislación pura y dura, un cuerpo legislativo común para todo el que se adhiera a dicha creencia. Se toma el concepto de Dios como ley que teje el complejo tejido social que está emergiendo o incluso Dios visto como la comunión moral entre individuos.


Relación entre los elementos que dan lugar a un Dios moralizante. Podría establecerse una triangulación igual entre el lenguaje, la ley y la moral

Algunos expertos señalan la relación entre el empleo de los textos escritos y el surgimiento de dioses morales, incluso estableciendo que de media transcurren cuatrocientos años desde el uso de la escritura hasta la creencia en ese tipo de dios. Esta hipótesis debe ser matizada puesto que los primeros textos escritos de los que se tiene constancia son meros reflejos de transacciones económicas de la época; no se había desarrollado toda la estructura lingüística y conceptual para poder transcribir conceptos tales como alma, eternidad o incluso Dios. Por lo tanto es cuanto menos aventurado enunciar dichas hipótesis. No sabemos qué características tenían esos dioses previos al surgimiento de la escritura, incluso no sabemos si la Diosa Madre de Çatalhöyük era de carácter moral o no. Quizás podréis pensar leyendo esto: "¿Las sociedades de tradición oral, como los piraha, no tienen dioses morales?". La respuesta es no. No los necesitan debido a que la complejidad del tejido social de una sociedad que pervive mediante la tradición oral es ínfima. El control del comportamiento persiste en el grupo mismo, no se ha escalado el asunto a los superiores. Otra duda que suelto al aire, para que vuele por cabeza ajena y ojalá encuentre un nido con la respuesta, es si existe algún tipo de correlación entre la sociedad más igualitarias y la adoración a dioses morales, correlación positiva o negativa.
A fin de cuentas, parece que una religión basada en un dios moral sirve de amplificador o conductor global de la moral innata del ser humano. Un estudio publicado en Nature y realizado por Benjamin Grant Purzycki de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá) demostró que aquellos que creían en un dios moralista común resultaban ser más generosos entre ellos. Imaginad ser un muchacho, hace miles de años, que debe salir de su aldea para vender las joyas de obsidiana que su familia fabrica a kilómetros de distancia, donde todo resulta tan nuevo como perturbador. Imaginaos en ese mercado, punto de encuentro de cientos de desconocidos cuyo único interés es comerciar y sacar el máximo provecho del otro pero, en medio de ese tumulto, se acerca otro comerciante con un colgante exactamente igual que el tuyo que te hace saber que ese hombre cree y sigue las misma leyes divinas que tú. Este efecto derriba muros, favorece la estabilidad social y permite la expansión de conceptos globales. Este Gran Hermano tiene una utilidad social en lugares con mayor anonimidad y menos responsabilidad de cara al grupo. Se ha estudiado en repetidas ocasiones que somos menos egoístas cuando somos observados; imaginad lo que supone instalar un Gran Hermano en el cerebro de cada individuo que le obligue a portarse bien incluso cuando nadie lo ve, llevar la raíz de la ley a lo más profundo de cada ser y hacerla propia, jamás como algo aprendido o evolucionado.
La religión de este tipo y con este tipo de organización es un intento de estructurar los sistemas de cooperación dados en las sociedad más simples y llevarlas a un grado mucho mayor, globalizarlos y amplificarlos.

Somos seres humanos, animales sociales y entes emocionales, no somos el ser racionalista e ilustrado que creemos que persigue la optimización de la utilidad de cada decisión. Y sobre todo, no somos un homo economicus. Esto implica una serie de comportamientos que deben ser entendidos, una serie de necesidades que deben ser estudiadas. Creencias en conceptos sociales y metafísicos como el honor, la bandera, la justicia o la patria son parte de este bailes de máscaras del salón de la complejidad social; son elementos que al individuo no le aportan nada pero que suponen un beneficio grupal enorme. Como decía La Muerte en la novela de Terry Prattchet titulada Papá Puerco: "[...] Los humanos necesitan fantasías para ser humanos. Para ser el punto donde el ángel caído se encuentra con el simio en ascenso [...] Como práctica tienes que aprender a creer en las pequeñas mentiras de modo que creamos en las grandes: Justicia, piedad, deber. Ese tipo de cosas [...] Toma el Universo y muélelo hasta el polvo más fino y tamízalo a través del cernedor más fino y entonces muéstrame un átomo de justicia, una molécula de piedad y con tal, tratas de actuar como si hubiera algún orden ideal en el mundo. Como si hubiera alguna... alguna rectitud en el Universo por la que puedas ser juzgado."

Nota: Antes comenté que explicaría qué significa eso de las manos unidas sobre el ombligo en las esculturas antropomórficas. Pues bien, esta postura aparece desde la isla de Pascua hasta los yacimientos turcos arriba expuestos, no sólo en lugares tan distantes sino en épocas tan lejanas entre sí. Estas manos unidas en el omphalos y cuyo cuerpo yace erguido, de pie, representa el nacimiento el renacimiento y es sumamente común en muchísimas culturas diferentes. Al igual que los relieves de las mujeres dando a luz, parece que la simbología era común a conceptos comunes, como una psique inherente al ser humano. Aquí, a título personal, pienso mucho en los arquetipos de Jung.


"Me parece que la idea de un Dios personal es un concepto antropológico que no puedo tomar en serio. Tampoco puedo imaginarme alguna voluntad o metáfora de la esfera humana. Mis opiniones son cercanas a las de Spinoza: admiración por la belleza y creencia en la simplicidad lógica del orden y la armonía del universo, que sólo podemos aprender con humildad y de manera imperfecta. Creo que tenemos que contentarnos con nuestro imperfecto conocimiento y comprensión y tratar los valores y las obligaciones morales como problemas puramente humanos los más importantes de todos los problemas humanos."

Albert Einstein


"Swing on the spiral of our divinity and still be a human"
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