Apuntes sobre el poder y sus vacíos: Los tiv de Nigeria y el mercado de esclavos

Uno de los temas más fascinantes a la hora de estudiar o conocer grupos humanos es el cómo se estructuran éstos y, en especial, la posibilidad de llegar a comprender el papel del poder dentro de cada grupo y la función que dicho poder cumple. Nos puede incluso ayudar a nosotros mismos a comprendernos mejor como individuos; así como nuestra relación con el entorno que nos rodea. Existe una dinámica, con respecto a este tema, en el que el poder rellena vacíos sociales que él mismo ha generado mediante diferentes métodos: violencia estructurada, mercados, hábitos y costumbres que remarquen las jerarquías creadas, etc. Con el siguiente artículo acerca de los tiv en los años álgidos del tráfico de esclavos, se va a mostrar cómo el poder socio-político usó la economía mercantil para institucionalizar la barbarie; además de las consecuencias del enfrentamiento entre economías humanas y mercantiles -en especial cuando estas últimas cuentan con superioridad militar-. Todo envuelto en el concepto de deuda y cómo dicho concepto ha ido moldeando nuestra sociedad y su percepción.

Primero hemos de situarnos en Calabar, la capital de Cross River (Nigeria), muy cerca de la frontera con Camerún. ¿Año? A partir del 1500, época de exploraciones marítimas y de expansión de los mercados europeos allende los mares. Hasta ese momento existía una economía humana en aquella zona del África occidental, con una máxima sumamente clara: La vida humana como valor máximo e irremplazable. En ese contexto, cuando un individuo contraía una deuda del tipo que fuera y no podía zanjarla, pasaba a trabajar en la casa o el campo del acreedor, pero no era esclavo. Es importante remarcar esto para comprender la magnitud del cambio. No se les arrancaba de sus familias o de su entorno social, vivían en una especie de régimen de cuasi libertad. A veces, estos peones entregaban a miembros de sus familias como aval para sus préstamos, siendo el trabajo diario entendido como el pago de un interés de la deuda contraída.
Con la llegada del comercio de esclavos a la ciudad de Calabar, los esclavistas comenzaron a pedir estos peones como aval cuando entregaban mercancías a crédito de otros esclavistas africanos, una práctica muy parecida a un secuestro pues, no hay que olvidar, no eran activos financieros sino seres humanos. Esta tensión por impagos o rescate de avales llegó a provocar conflictos políticos locales e incluso, algunos capitanes ante el retraso en la entrega de mercancías -esclavos-, llegaron a zarpar con los peones en lugar de con los esclavos. No había ningún inconveniente en convertir el aval en mercancía.

A medida que el mercado de esclavos aumentaba, se hacía más patente la lucha entre economías humanas tradicionales y las nuevas economías mercantiles. Obviamente, los poderes ya existentes de la zona no iban a dejar pasar la oportunidad de fortalecer su posición a través del mercado. Los grandes reinos de la zona como Dahomey o Asante, iniciaron un ciclo de guerras y de castigos sumamente duros en busca de nutrir el mercado de esclavos. El contar con el monopolio de la fuerza les facilitó manipular el sistema judicial para que casi todos los crímenes se cobrasen con la esclavitud del acusado o con la muerte del mismo y la esclavitud de uno o más familiares. Cualquiera que fuese la forma, el mercado debía alimentarse bajo el pretexto estructural del orden social. La carencia de estructuras gubernamentales por encima de estos poderes, permitió ver la vorágine de violencia que produjo la existencia de incentivos derivados de este mercado. Las instituciones terminaron por convertirse en herramientas de deshumanización y destrucción.

En Cross River se dieron dos fases de diferente duración e implicaciones:

1º) Terror absoluto y caos. Bandas de criminales y maleantes se dedicaban a secuestrar personas para venderlas en Calabar. Esto produjo que la población de las aldeas se redujese y se fuera a los bosques, además de organizarse en grupos armados de autodefensa en pro de poder trabajar la tierra. Este primer período duró poco, hasta que el poder ocupó este vacío. Y no tardó mucho.

2º) Los representantes de los mercados locales comenzaron a ofrecer orden en las comunidades de la región, creándose así la Confederación Aro, que se autodenominaba 'Hijos de Dios'.

Con ayuda de mercenarios -poder militar- y del oráculo de Arochuwku -poder religioso-, impusieron un nuevo sistema judicial, en el que se vendía a los antiguos secuestradores como esclavos para así mejorar la imagen y la seguridad en los caminos de tránsito. Este recién creado poder de los Aro se alineó con el antiguo poder ocupado por los ancianos para desarrollar un código legal y púnico más severo, en el que la pena pasaría a ser la esclavitud. Para temas más peliagudos en los que los ancianos pudieran dudar, éstos no se amilanaban a la hora de aceptar pagos o sobornos.
Con el tiempo, los mercaderes crearon una sociedad secreta llamada Ekpe, de carácter lobbista  donde se subía de estatus pagando barras de cobre. Esta sociedad se dedicaba al patrocinio de grandes bailes de máscaras para desarrollar su influencia y poder hacer negocios. De hecho, tenían la posibilidad y capacidad de imponer varios tipos de sanciones tales como prohibir el trato con deudores morosos, multar, secuestrar la propiedad, arrestar o incluso ejecutar con un modus operandi propio que consistía en atar el cadáver a un árbol tras haberle arrancado la mandíbula inferior. Esto enviaba un mensaje claro a todos aquellos que no cerraban una deuda con la Ekpe.

 Debido a que pertenecer a la Ekpe era motivo de honor y distinción, las personas se endeudaban enormemente para pertenecer a ésta, principalmente a la hora de adquirir la indumentaria. La presencia de este grupo aseguraba allí donde estuviese la existencia de deudas y, consecuentemente, líos. En ocasiones, debido a la necesidad imperiosa de pagar rápidamente un pago, el endeudado llegaba a prometer un hijo o más al mercader para saldar la deuda. Y aquí se entra en una práctica llamativa, no exclusiva de esta zona del mundo pero sí típica en el África occidental, que se denominaba panyarring. A veces los endeudados atacaban aldeas vecinas para secuestrar y vender niños y, cabe recordar, que si el endeudado era un Ekpe también era recaudador. Daba igual, a la hora de realizar el pago, si el niño era hijo o no del deudor y muchas veces los acreedores ejercían presión sobre los vecinos del deudor para que éstos acabasen volviéndose en su contra. Por miedo a que una deuda de un vecino supusiese la pérdida de un hijo de otro vecino por un rapto, se creo una autoridad grupal y no central que ejercía enorme presión sobre los componentes.
¿Y si no había hijos o posibilidad de rapto? El mismo deudor se empeñaba como esclavo y comenzaba su periplo hasta acabar en el Caribe u otra zona de América.

Se puede observar en este caso que allí donde la economía humana contactó con la economía comercial, siendo esta especialmente superior militarmente, el valor de la vida humana y de los valores éticos se transformaron por completo. Cuando uno pasaba a ser esclavo, era arrancado de su círculo social, de su identidad, su nombre y de su dignidad. Era incapaz de establecer relaciones duraderas que le hiciesen sentir humano de nuevo.
¿Habrá rincones de nuestra vida en la que seamos esclavos? ¿Hasta que punto nuestro trabajo no responde a una especie de deuda para con la sociedad?

"El acto de desobediencia como acto de libertad es el comienzo de la razón."
Erich Fromm


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