Cuando fuimos dioses. Sobre la necesidad de dioses moralistas en sociedades complejas
Cierto es que llevo un tiempo sin publicar, algo más de un año. Y también es cierto que esta pandemia global que vivimos me ha agarrado del cogote y me ha sentado de nuevo a plasmar ideas y tesis varias. En estos días uno puede apreciar, simplemente asomándose por la ventana, cómo de emocionales somos los humanos: miedo, alegría, furia, amor y un abanico complejo de emociones que todos, en mayor o menor medida, albergamos en nuestro ser. Este escenario no ha hecho sino invitarme a cuestionar el origen de uno de los pilares de la sociedad cuando ésta parece desmoronarse. Me refiero a la religión y en concreto a las religiones de carácter moral. ¿Cómo es posible que pertenezcan al mismo club de creyentes una persona que busca repartir amor y caridad por donde vaya y otra que busca construir muros y barreras al diferente? ¿Influye en algo el entorno ambiental o la complejidad social en creer en un dios moral? ¿Se entiende por moral lo mismo en un pequeño pueblo navarro como Leitza que en